Dr. Miquel Vilardell

Catedrático de Medina Interna de la Universidad Autónoma de Barcelona
Profesionales sanitarios
Premiado 2018

El Dr. Miquel Vilardell i Tarrés es catedrático de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona y ha sido Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Vall d’Hebron en Barcelona. Presidente de la Comisión Nacional de la especialidad de Medicina Interna, vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Barcelona y miembro numerario de la Real Academia de Medicina de Cataluña y de l’Institut d’Estudis Catalans.

Del “ser un buen médico” le viene su efectividad y de “ser un médico bueno”, su enorme afectividad. Defiende que la única compensación perdurable para un médico es la que encuentra en el paciente, y es precisamente esta mirada la que el Jurado de la Cuarta Edición del Foro Premios Albert Jovell destacó para otorgarle el Premio Honorífico 2018.

El buen trato es una señal de calidad asistencial y de mejora en los resultados en salud
Dr. Miquel Vilardell

Usted, tal y como hizo Albert Jovell, destaca la importancia de ser un médico bueno además de un buen médico. ¿Por qué cree que es tan importante este enfoque para el paciente?

La relación del paciente con el médico es dual. Por una parte, es un acto contractual en el cual la importancia del mismo se basa en la competencia y la experiencia del profesional y, por otra parte, es un acto de confianza en el cual son necesarios unos valores personales como la entrega, el esfuerzo, la humildad, la generosidad, la paciencia, la perseverancia, la prudencia…

¿Por qué señala la humildad como una de las características imprescindibles que debe tener un buen profesional?

William Osler, internista, catedrático en la Universidad de Harvard decía que “la medicina es la ciencia de la incerteza y el arte de la probabilidad”. A pesar de los avances científicos nos sigue faltando la evidencia científica en muchas de las enfermedades y los procesos. Por esta razón el profesional debe ser muy humilde, aceptar la opinión de otros expertos, en muchos casos, y reconocer que nos falta mucho por recorrer en el camino de la ciencia.

Conceptos como cuidado, humanismo, afecto, empatía… parece que van impregnado el sistema poco a poco. ¿Ha podido constatar esta evolución?

Actualmente se estudian nuevos modelos y formas de gestión. Uno de estos modelos es la gestión por valores, debido a la importancia que hoy tienen las relaciones interpersonales dentro los equipos multidisciplinares y la relación médico-paciente. El buen trato es una señal de calidad asistencial y de mejora en los resultados de salud, lo que significa un cambio importante constatado en la última década.

¿Cómo podrían reforzarse estos valores entre los actuales universitarios, futuros profesionales?

Los valores personales se adquieren desde la infancia en el propio entorno familiar y más tarde en las escuelas. El papel de la familia y los maestros es muy importante para introducir estos valores que deben ser reforzados en la universidad. Los tutores deberían ser como “los antiguos maestros”, personas dignas de ser imitadas que marcan el camino a seguir en el mundo profesional.

¿Cómo cree que repercute en la calidad de vida de los pacientes que estos ocupen un lugar preferente en el sistema sanitario?

Los pacientes deben ser, y son, el centro del sistema sanitario. Es necesario que todos los agentes que participan en el mismo actúen de forma coordinada para buscar el mismo objetivo que no debe ser otro que prevenir o resolver los problemas de salud de las personas, para aumentar su calidad de vida con la máxima seguridad, confidencialidad y eficiencia.

Para usted, que vivió tantos momentos con el Dr. Jovell y que comparte con él tantos valores, ¿qué supuso recibir un premio que lleva su nombre?

Con el Dr. Jovell compartí muchos proyectos. La mayoría de ellos de una gran calidad y que para mí significaron la constatación de una forma de entender el ejercicio de la medicina, la relación médico-paciente, la enfermedad y el sistema sanitario. En él visualicé los valores necesarios para ser una buena persona y una persona buena; él lo era. Es en los momentos inciertos cuando se conoce la certeza de la persona, y yo se la conocí en los últimos años de su vida. Él fue, para mí, un compañero y un amigo. Recibir un premio con su nombre supuso un gran honor.

Entrevista recogida en Corriente AE, nº 8 (junio, 2019)

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